jueves, 22 de mayo de 2008

Rumbo a la esperanza

Nosotros todos,
mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor,
somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen,
como por el Espíritu del Señor.
2 Corintios 3:18.

El número de los suicidios nunca fue tan elevado como ahora. La palabra «estrés» se escucha por doquier. La gran tasa de desempleo, el desmoronamiento de los modelos familiares tradicionales, la desaparición de los valores morales, etc., caracterizan a nuestro mundo. Lo seguro se desploma; llegamos al final de una civilización.

Este tiempo, que puede compararse a una bisagra entre dos épocas, presenta un problema para nuestra fe. Pero tengamos confianza, la época cambia pero Dios no.

Nuestra sociedad depresiva cultiva el desencanto; no tiene esperanza. La esperanza es el resultado de una confianza absoluta en la bondad de Dios, quien nos ama sin cansarse nunca. En medio de nuestras incertidumbres, él es la certeza de un porvenir glorioso preparado para cada uno de los que se apropian del resultado de la obra expiatoria que Cristo cumplió en la cruz del Gólgota.

¿Qué debemos hacer? Depositar nuestra confianza en él, traerle nuestras dudas, ansiedades, desalientos y pecados. Nuestro gran Dios y Salvador quiere encargarse de todo y llenarnos de esperanza, de su paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7), y de su gozo, cualquiera sea el ambiente que nos rodee.

…sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza; sufridos… constantes en la oración (Romanos 12:11-12).

Fuente: La Buena Semilla

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